Las armas representan la “última ratio”; son el agente decisivo y ejecutivo de la historia, quién tiene más armas y las maneja mejor es el “bueno”, dirige la historia; los juristas y filósofos terminan por darle la razón, los poetas le cantan y los políticos y periodistas le adulan y le sirven complacientes, como es su oficio.
Por el contrario quién pierde la partida armada es el “malo” de la historia; era un loco, que pretendía hundir a la humanidad, y los juristas, filósofos, poetas y periodistas se ensañan con él; son afiladas hachas sobre el árbol caído. Así ha sido es y será siempre.
Las grandes causas de la historia, terminaron imponiéndose por que contaron al fin con lanzas o cañones.
La revolución Francesa, se instituyó con picas y fusiles.
La ex Unión Soviética hoy Rusia, la Revolución Socialista tuvo como primer cuidado el crear uno de los más rígidos y poderosos ejércitos del mundo que jamás han existido el cual impuso un orden castrense en la otrora inmensa república roja.
El poder de los EE.UU. de América, acaso no está sustentado por su poderío más que económico, bélico.
En nuestro continente americano, fueron las armas las que liberaron de sobre nuestros hombros el yugo servil, con ellas sellamos nuestra independencia y libertad.
La guerra afirma Pérez Galdós “es el momento de mayor espiritualidad de un pueblo”.
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