LA REVOLUCIÓN DE QUITO.
Del 10 DE AGOSTO DE 1.809.
Y la campaña libertaria 1820-1822
Sus gentes y sus armas.
“E l quiteño, si, el quiteño, nos dio la primera lección.- El os abrió la carrera del honor y él a sellado con su sangre vuestra libertad”.
La Junta Suprema de Santa Fe de Bogotá, en la exhortación de 9 de septiembre de 1810.
Los hechos que condujeron a la ansiada libertad americana, no fueron aislados del contexto político y militar de la Europa del siglo XIX, ni los acontecimientos fueron aislados de los múltiples sucesos que se dieron con anterioridad.
La revolución del 10 de agosto de 1809 no fue improvisada, los antecedentes que se venían dando de muchos años atrás, también desencadenaron la revolución.
Túpac Amaru en 1780 y 1.781, con su sonada revolución puso en peligro la estabilidad de la Monarquía española, en un vasto territorio de sus dominios.
En 1.781 los Comuneros del Socorro en la Nueva Granada conmovieron profundamente el citado Virreinato.
La Revolución de las Alcabalas en Quito, dejó una huella imborrable en el pueblo que se sublevó ante las exacciones inconsultas de la monarquía; desconociendo el derecho de este a cobrarlas e imponiéndose ante las autoridades; tiempo aquél en el que ya se habló de patria e independencia. Al respecto y refiriéndose a Quito el docto historiador Gonzales Suarez manifestaba:
“Estas ideas, o, mejor dicho estos anhelos de independencia no eran nuevos o recientes en Quito: por el contrario, eran antiguas y se habían hecho público varias veces. No hay para que recordar la revolución de las Alcabalas que en 1.590 dio ocasión a que ya desde entonces, se pensara en la independencia de España buscando el apoyo de Inglaterra: en el siglo decimo octavo hubo tres conatos de revolución contra el gobierno de la metrópoli, y es natural que estos hechos hayan influido en Espejo para hacerle meditar despacio un plan bien concertado para poner por obra el deseo de la independencia.” Federico Gonzales Suarez.
El criollo americano y el nativo para 1.809, tenía en su alma un cúmulo de experiencias nada halagadoras respecto al trato injusto que la administración española daba a los “indianos”, por lo que veía con mucha preocupación los acontecimientos extraordinarios por las que España se debatía.
Tres siglos de colonización europea, habían creado en América una casta social propia, los criollos, esto es americanos nacidos del mestizaje nativo-europeo, y concretamente en América del Sur, indiano – español; esto sin soslayar el mestizaje negro-español, indio-negro, de los que devinieron un mestizaje bastante amplio.
España y su legislación volvieron impermeable el acceso de todo individuo que no fuese netamente español, nacido en la península, para que ocupase altos puestos de mando administrativo en el gobierno de las colonias americanas de posesión española.
El comercio, la industria, los mandos militares y de la clerecía, se encontraban monopolizados y en manos de los que se denominaron “chapetones” es decir españoles de cepa; en tanto que a la administración pública civil, religiosa y militar, poco o ningún acceso tenían los criollos o mestizos americanos.
Esta situación ilógica e injusta, acumulada durante muchísimos años, daba ánimo cada vez más a que los criollos con poder social y económico pensasen la forma efectiva de hacerse del poder político, sin dependencia de ultramar, sin dependencia de España.
spaña iba agotando poco a poco su poder económico que le llegaba de las ricas colonias americanas; nunca pensaron los reyes, que este filón de riquezas provenientes de sus súbditos americanos se podían terminar; el oro, la plata, las especies, iban a España para satisfacer las ansias de dominación española en Europa, costeando a estos su guerras de expansión, y de religión.
Se enemistó con Inglaterra, Holanda, Francia, países que si no mancomunadamente hostigaron por tierra y aire a la nación española. Holanda e Inglaterra con sus famosos piratas y corsarios asechaban las flotas navales españolas para expoliarles y arrebatarles los tesoros que venían de América.
A más de las graves pérdidas económicas por las incursiones marítimas en las colonias americanas, estos países introdujeron el contrabando, lo que socavaba económicamente los intereses de la corona española.
Holanda con las riquezas que las flotas conducían de América, pudieron financiar su propia independencia de España.
Inglaterra minaba con sus corsarios el mar y las costas americanas, aprovechándose del declive casi total del dominio marítimo de la otrora poderosa flota naval española. Dominio absoluto que lo perdieron por las derrotas que su flota sufriera con los ingleses en desastrosas batallas navales como la del Cabo de San Vicente (14 de febrero de 1797); la entrega a Francia de seis navíos de guerra de 74 cañones cada uno en virtud del tratado de San Ildefonso (1 de Octubre de 1.800).La derrota naval de Trafalgar (12 de diciembre de 1804); circunstancias estas que pusieron en el mar el incontrastable poder de la flota naval de Inglaterra como la reina de los mares.
El poderío naval de Inglaterra para entonces impedía movilizar fácilmente a España su menguada flota con destino a América, para retornar con oro, plata y más productos de comercio; y, muy en especial para traer sus tropas que falta hacían en la ya convulsionada América hispana; donde el Imperio Español comenzaba a derrumbarse.
A toda esta debacle, se sumó la invasión Napoleónica a España, a mediados de 1808 José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón I Bonaparte cruzó los Pirineos, pisando por primera vez tierra española pacifica en primera instancia debido al tratado entre España y Francia en contra de Inglaterra y Portugal; con esta escusa de dirigirse hacia Portugal las tropas francesas fueron apoderándose
de las fortalezas militares de España a la que fue conquistando bélicamente poco a poco.
Fernando VII, proclamado rey de España tras el motín de Aranjuez que destronó a su padre Carlos IV, no puso obstáculo alguno a la presencia de las tropas francesas; lo que el pueblo español veía con estupor como Bonaparte a más de inmiscuirse en los asuntos internos de España invadía su suelo.
Las abdicaciones obligadas de Carlos IV a favor de Fernando VII, la devolución de la corona por parte de este a su padre y de éste que puso la corona a disposición de Napoleón a cambio de una renta anual de 30 millones de reales y el palacio y jardines de Compiégne, desbordaron la crisis política y dinástica de España.
El 2 de Mayo de 1808, en Madrid se dieron los primeros enfrentamientos con los franceses, iniciando el pueblo español su guerra de la independencia.
La capital del reino se levantó en armas contra los franceses y con ella toda la nación española; y en vista de que se desconocía el gobierno francés instalado dentro de España, se constituyó la llamada Junta Central, (septiembre de 1808) que en nombre del rey Fernando VII y con su expreso consentimiento asumiera todos los poderes como autoridad política y militar de España y de las llamadas Indias (Colonias americanas españolas).
El rey recomendó a esta la convocatoria a Cortes, para que se dispusiera la defensa del reino.
Napoleón puso de rey de España a su hermano José (6 de junio de 1808); a la persona de Fernando VII lo recluyó como prisionero de los franceses por seis años, en el castillo de Valencay; seis años durante los cuales el pueblo español lucho por su independencia en contra de las bisoñas tropas napoleónicas todos estos acontecimientos sumados puso a España y a las Indias en un verdadero
En Sevilla se instauro la llamada Junta Suprema de España e Indias; esta Junta ante las presiones que ya se venían sintiendo en América, declaró y reconoció la igualdad de derechos de españoles y criollos americanos; y ante ello convocó diputados de América para integrar la Corte Constituyente; representación americana que no tenía ninguna paridad entre los convocados de España y los americanos; la proporción de diputados convocados para este efecto mostraba aun el desprecio y la desigualdad entre españoles peninsulares y americanos criollo; es decir pese a la declaratoria de igualdad entre españoles y americanos, la discriminación e inferioridad era evidente.
Como una contradicción más a los hechos que se sucintaban en la invadida España, la convocatoria antes dicha proclamaba y entre otras cosas decía: … “desde este momento, españoles y americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres…”esto sucedía en febrero de 1810, para este entonces los patriotas de Quito purgaban en una lóbrega prisión el hecho de haberse proclamado “hombres libres”; en agosto 2 de este año, estos “hombres libres” eran masacrados y asesinados por soldados llegados de Lima a reprimir la idea revolucionaria de Quito.
Consientes estaban que las colonias españolas americanas no soportarían bajo ningún pretexto el yugo que la Francia quería imponerla una vez que España se haya sometido al imperio de Napoleón. Incluso no faltaron españoles “chapetones” y afrancesados que miraban ya como un hecho el dominio francés tanto en la península cuanto en las colonas suramericanas. Esto motivó más a los patriotas para proclamar sus deseos de independencia.
En septiembre de 1810, se instaló las Cortes Generales y Extraordinarias de la Monarquía en Cádiz, a la que asistieron en representación de América hispana. José Matheu, conde de Puñoenrostro, José Mejía Lequerica; y, un año después llegará José Joaquín Olmedo.
Para el 19 de marzo de 1812, la citadas Cortes, promulgan la Constitución de Cádiz, inspirada en la Constitución francesa de 1791.
El 11 de diciembre de 1813, cuando los ejércitos franceses habían sido derrotados y expulsados de la península, Napoleón suscribía el tratado de Valencay con Fernando VII, tratado que repuso a este al trono de España.
Este monarca a su retorno a España en marzo de 1814 no permitió sigan funcionando las Cortes ordinarias, a las que clausuró en forma violenta para asumir él, por sí y ante sí los poderes absolutos hasta finales de 1819.
Durante los seis años de ausencia, Fernando VII, a su retorno, ya no encontró a la España que había dejado, la ruina moral y material habían sentado sus cuarteles en todo el reino; y por su puesto en las colonias españolas en América. España había madurado y se prestaba a embarcarse en la marcha de la historia; pero su monarca permanecía igual, estático como cuando fue recluido prisionero; suprimió la Carta Magna, para reinstaurar el absolutismo.
Para el año 1821 en Venezuela y Colombia, se habían ya dado batallas decisivas por la independencia total de la metrópoli; haciéndose necesario por la gravedad de ello que el monarca tratará de enviar tropas para sofocar la revolución americana; es aquí cuando las tropas españolas listas en Cádiz para ser embarcadas a América (1.820), se sublevan y se niegan abordar viejos barcos comprados a Rusia.
De 1820 a 1823, los sucesos acaecidos en España fueron trascendentales, y de tal forma podemos decir providenciales para la hispano América, púes la situación política de España impedía el envío de auxilio de tropas para contrarrestar las luchas independentistas americanas. La autoridad de Fernando VI menguaba, por lo que se vio obligado a solicitar ayuda militar a Francia; esta nación envío a la península a los “Cien mil Hijos de San Luis” y este con el “Ejércitos de la Fe” integrados por absolutistas españoles, restauraron la autoridad del Rey; dándose inicio a una nueva era de despótico y tiránico gobierno.
Las colonias españolas de América ante la crisis política por la que atravesaba España, especialmente la invasión francesa de la península, no tuvieron mejor pretexto para dar rienda suelta a sus ideas independentistas que ya largo tiempo la venían acariciando.
Guayaquil, en su 9 de octubre de 1820 hizo brillar su tea libertaria, a la que secundo Cuenca, Loja y otras ciudades de la actual República.
Gestas libertarias que se sucedieron una tras otra, llenas de heroísmo y sacrificio sin par.
Los españoles vencidos abandonaban los Virreinatos, las Reales Audiencias dependientes de estos, y las Capitanías Generales, no sin antes tratar de destrozar la presa, que herida y mal trecha, lucho heroicamente hasta la total liberación del humillante y oprobioso yugo español, al que trescientos años soportó sobre su espalda.
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