Jefe Supremo de la República de Venezuela, etc.
A los soldados del Ejército Libertador
Soldados: Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón.
El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesapatria, conspiración y deserción.
Un tribunal justo y legal ha pronunciado la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con los favores de la fortuna y por saciar su ambición, pretendió sepultar su patria entre sus ruinas.
El general Piar, a la verdad, había hecho servicios importantes a la República, y aunque el curso de su conducta había sido siempre la de un faccioso, sus servicios fueron pródigamente recompensados por el Gobierno de Venezuela.
Nada quedaba que desear a un jefe, que había obtenido los grados más eminentes de la milicia.
La segunda autoridad de la República, que se hallaba vacante de hecho, por la disidencia del general Mariño, iba a serle confiada antes de su rebelión; pero este general que sólo aspiraba al mando supremo, formó el designio más atroz que puede concebir un alma perversa.
No sólo la guerra civil sino la anarquía y el sacrificio más inhumano de sus propios compañeros y hermanos, se había propuesto Piar.
¡Soldados! Vosotros lo sabéis: la igualdad la libertad y la independencia son nuestra divisa.
¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes?
¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de clases y colores, no ha sido abolida para siempre? ¿Los bienes nacionales, no se han mandado repartir entre vosotros? ¿La fortuna, el saber y la gloria no os esperan? ¿Vuestros méritos, no son remunerados con profusión o por lo menos con justicia? ¿Qué quería, pues, el general Piar para vosotros? ¿No sois iguales, libres, independientes, felices y honrados? ¿Podía Piar procuraros mayores bienes? ¡No, no, no! El sepulcro de la República lo abría Piar con sus propias manos, para enterrar en él la vida los bienes y los honores de la inocencia, del bienestar y de la gloria de los bravos defensores de la libertad de Venezuela; de sus hijos, esposas y padres.
El cielo ha visto con horror a este cruel parricida; el cielo lo entregó a la vindicta de las leyes, y el cielo ha permitido que un hombre que ofendiera a la Divinidad y al linaje humano no profanase más tiempo la tierra que no debió sufrirlo un momento después de su nefando crimen.
¡Soldados! El cielo vela por vuestra salud; y el gobierno que es vuestro padre sólo se desvela por vosotros. Vuestro Jefe, que es vuestro compañero de armas y que siempre a vuestra cabeza ha participado siempre de vuestros peligros y de vuestras miserias como también de vuestros triunfos, confía en vosotros.
Confiad, pues, en él seguros de que os ama más que si fuera vuestro padre o vuestro hijo.
Cuartel General de Angostura 17 de octubre de 1817.-7°
Simón Bolívar
No hay comentarios:
Publicar un comentario