Las llaves de las armas de chispa, esto es la de rueda y la de pedernal, tenían en común para su cabal funcionamiento, una piedra (sílex pyromacus), sin esta piedra, fue y es imposible su funcionamiento.
Esta piedra de la cual era preciso arrancarle chispas, para que estas enciendan el cebo o pólvora de la cazoleta de la llave al chocar con el fusil (rastrillo de acero), debía tener ciertas características de calidad y corte preciso para su cometido.
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Estas piedras de pedernal provenían de canteras, fábricas y talleres de España, Francia e Inglaterra especializados en su elaboración.
Para el tallado de estas piedras de sílex, existían herramientas precisas, cuanto de tratados completos para su elaboración, como características físicas únicas e idóneas, por ello se buscaba las minas de este material con acuciosa diligencia, pues el material no debía tener mezcla alguna de jaspe, ágata o cuarzo; ya que ello haría más frágil y difícil su tallado.
Talladas estas piedras de acuerdo al tipo de arma, francesa, inglesa o española, como se muestra en el gráfico que precede, servían puntualmente para su objetivo.
La piedra era tallada de acuerdo a la quijada del “pie de gato” o simplemente llamado gato, que las había de presionar.
En las llaves a la francesa, de quijadas más breves y que eran usadas en los modelos reglamentarios españoles, 1807, 1815, 1828 y 1836, su fijación era problemática; tendían a aflojarse a los pocos disparos, cuando no, la precisión de las quijadas partía la piedra o hacía que se inclinaran en demasía, perdiendo el ángulo de ataque con el rastrillo y esto suponía un fallo casi inevitable de ignición (es decir no abría fuego el arma).
El tallado de las piedras para las armas de uso francés o inglés, como fueron las que usamos en nuestra independencia, eran de mejor calidad pese a que las inglesas tenían dos filos y las francesas uno solo; comparando a las españolas que tenían cuatro filos para su uso.
La fijación de la piedra fue y es de suma importancia, púes una fijación floja hacía que la piedra cambie, bien que ligeramente, el ángulo de ataque en el rastrillo, lo que es suficiente para que el caudal de chispas no incida directamente en el cebo produciendo el retraso en la ignición, y esto significaba siempre un disparo perdido en lo que a la precisión se refiere.
Para sujetar perfectamente la piedra a la quijada del gato, era menester una denominada en ese entonces “zapatilla de baqueta” (un pedazo de cuero-suela) con dimensiones suficientes para alojar la piedra apretándola convenientemente para que no se mueva. Para apretar las quijadas del pie de gato que sostenían la zapatilla y entre esta la piedra, el pie gato tiene un tornillo vertical en su parte trasera que convenientemente tenía una ranura para que en ella entrase un destornillador, o en su defecto una perforación que lo atravesaba horizontalmente, de tal suerte que por ella se podía introducir un hierro que apreté el tornillo de estas dichas quijadas.
El filo de estas piedras debía quedar ligeramente por encima del tercio de su longitud. Este filo tras los sucesivos disparos, tiende a embotarse cuando no se parten trozos de la piedra, por ello fue menester proceder a su afilado de forma periódica con una herramienta.
Como hemos visto, un mosquete de rueda, o un posterior fusil de pedernal, no era un arma para poner en manos de inexpertos soldados, sino ya en combatientes especializados de arcabuceros o fusileros; pues estos eran entrenados especialmente en el uso y colocación de las piedras de pedernal, el cebo para la cazoleta, esto es pólvora más sensible que la que se colocaba por la boca del fusil; los movimientos y giros que debían hacer para las respectivas cargas y recargas en la maniobras de guerra; en fin existían verdaderos manuales de instrucción para quienes portaban este tipo de armas complejas.
Por ello los ejércitos tendían a especializar a sus soldados en el uso de sus armas tanto de fuego como armas blancas (lanzas, espadas, y alabardas).
Realmente disparar un fusil de mecha o uno de chispa era un acontecimiento y requería un duro entrenamiento para los soldados.
Los jefes de los ejércitos, antes de darse a las batallas probaban y comprobaban que el tiempo les permitiese el uso del fusil, caso contrario o postergaban el encuentro o batalla o esta se decidía a punta de bayoneta, lanza o cargas de caballería y sus lanceros.
Para saber si el tiempo era óptimo para una batalla, los oficiales llevaban una especie de pistola pequeña con un mecanismo de chispa, si este pistola funcionaba haciendo fuego, entonces significaba que todos los fusiles deberían hacer fuego; esta pequeña arma de prueba así mismo servía para indicar la potencia de la pólvora.
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